Todos los viernes mi padre pasaba temprano
por nosotros y tomaba rumbo para la carretera, la mayoría de las veces el
destino era Querétaro, visitábamos una y otra vez los teatros para escuchar música
clásica, nos leía los libros donde venían el repertorio musical y de quien eran
tomadas las piezas, unas tantas veces me agradaban y otras no, cuando eso sucedía
poco antes del intermedio caía muerto de dormido.
Fuimos por años a los conciertos a otras
ciudades hasta que empezamos a asistir en Celaya a la mayoría de las obras de
mi primo, me gustaba mucho la música clásica y todo aquello que estuviera
relacionado con los instrumentos musicales, las voces graves y altas de algunos
cantantes me parecían formidables, una vez confesé a mi padre mi afán por
cantar y mis grandes aspiraciones que por ello tenia, hablo con voz suave se emoción
y dijo “tu tírale piedras a la luna en una de esas y le pegas”.
Así pues paso el tiempo y las aficiones
musicales, tome clases e intente tocar varios instrumentos pero nunca hubo coordinación
alguna, recuerdo bien que el primer ensamble musical que marco una etapa de mi
vida fue el réquiem de Mozart, el abuelo había fallecido y hasta cierto punto parecía
que alguien había bajado desde el cielo a cantar.
Las aficiones musicales pasaron pero las
intenciones de apedrear la luna nunca se fueron, seguían ahí, con muchos
proyectos pendientes y un tanto cuanto audaces, les puedo decir que aunque
fuera difícil intentaba ser parte de todo y abarcarlo también, era amigo de
todos, pertenecía a todos los grupos, deportes, escribía desde entonces y en la
mayoría del tiempo, suponía me quedaba a centímetros de que la luna se viera
afectada.
Fue entonces que conocí el amor y con ello
muchas cosas, mientras pensaba, adolescente y entregadamente, donde el tiempo
se detiene y las paredes se acortan, donde el mundo se vuelve tan pequeño que
ese gran vaso de agua donde por toda la vida te has ido ahogando se hace tan
pero tan pequeño ante cualquier situación adversa que corta el futuro de manera
inmediata, aun así actuaba tal como me habían enseñado, entregándolo todo,
aspirando tanto como podía, imaginen un novio que te quisiera tanto que sería
capaz de tocar la luna por ti.
El tiempo trajo a mediar la balanza y con
ello, la música volvió a mí, esta vez para salvarme de la desolación que me causaba
perder el amor. ¿Acaso las piedras no habían servido de nada? ¿En que había fallado?
¿Por qué había cometido tales traiciones y aun así no podía remediarlas? Todo dolía
y el vaso apretujaba, vendando los ojos como si no hubiera un mañana, como si
fuera a desfallecer, ¿era tan necesario haber errado de tal manera que no
hubiera vuelta atrás? ¿Con ello el mundo se iba a acabar? Pero ahí estaba la música
de nuevo sanando en un interludio mientras el bolero de Ravel subía de ritmo
hasta morir, suponía yo que al igual que mi situación esta canción se había hecho
con esa intención.
Se cerraron las puertas y tras años incesables
hubo grandes búsquedas del amor, abriendo puertas, conociendo gente, enamorándose
hasta el cansancio sin encontrar la salida, peor aun sin finales felices u
opciones a lo alternativo, perdidas irrecuperables que hoy viven en mi lista de
contactos de facebook. Llamadas años después de personas diciendo que encontrar
letras mías fue una satisfacción, aun así no importaba, porque tales
satisfacciones para mí no existían.
Platicas de recuerdos imborrables, de
vivencias que se llevan para siempre y en mi caso, cierta frustración por nunca
haber podido tocar la luna, gran frustración porque por más que el vaso
apretaba, por más ahogado que estuviera en un pequeño problema nada salía. Solo
el bolero de Ravel, dejando entre ver de nuevo sus intenciones, un pequeño
inicio, seguido de un gran estruendo para terminar en un callado final.
Nunca tocaría la luna, en una relación con
alguien más, eso lo tenía claro después de ocho años de relaciones mal
terminadas y otro tanto de intensiones nunca aclaradas. Suponía si no lo hacía
en mis momentos de mayor concentración o anhelo, el basquetbol, la escritura,
los números en la estadística o los tantos factores sociales que he manejado en
mi vida, nunca lo podría hacer.
El vaso volvió a ser entonces algo
diminuto, algo tenía claro, alcanzar la luna quizá podía ser imposible y en un
momento donde perdí mucho, rechace también muchas cosas, les confieso que tuve
la invitación y la penalización de haber aceptado y después rechazado una
propuesta de redactar un libro, que aun cuando tenía que ser casi obligatoria
mi participación en esta feria del libro en León no lo fue, que termine una
serie interminable de relaciones y que perdí la apuesta por terminar bien y de
buenas la escuela.
Vino mi hermano a decirme que estaba yendo
a terapia, es psiquiatría y hasta cierto punto están obligados a hacerlo, dice
que la terapeuta le aviso que aun por más que intentara, ninguna piedra, por ningún
motivo tocaría la luna, que podría insistir pero que físicamente desde la
tierra era imposible. Conserve un silencio y me fui a dormir, porque no un poco
mucho frustrado despertando cada hora, pensando hasta donde habían llegado, que
tan cerca habían pegado, si eso no era verdad hasta donde habrán llegado.
Desperté y hablo Mama contenta para
comentar estaban mis papeles de la beca y que muy probablemente la maestría era
más que un hecho factible, moría de la emoción, acaso la terapeuta de Juan se había
equivocado, o acaso yo estaba parado frente a otro posible “fracaso” la indecisión
de ello rondaba en mi cabeza.
La música volvió a mí, esta vez con tangos,
de esos interminables con altos y bajos decibeles, con ritmos intrincados que
parecen llegar al final, para detenerse y volver a empezar, tensando las
cuerdas, jalando fuerte, poniendo a tope un pobre acordeón, que poco o mucho
sabe de la historia, de su historia. Me encontré entonces parado enfrente de la
presa que yo mismo había creado con las piedras que habían regresado de su
largo viaje, observando en el agua la redonda luna, esa misma agua que vivía en
un vaso de agua y corría, la cual hoy termino detenida entre varias piedras que
cayeron de manera perfecta tal que hoy apresan el agua.
La luna seguía ahí, junto con la promesa de
algún día ser tocada, sigo pensando que algún día lo lograre, mientras pues,
estoy dispuesto a seguir aventando piedras, para que la pared siga creciendo y
el vaso, deje de ser vaso para siempre, así que sigo dispuesto a vivir en este
tango, que va y viene, que sube y que baja, que se detiene. Quien quiera
subirse a él esta bienvenido, la felicidad que hoy me causa estar con una
mujer, mañana puede irse lenta y contenta de haber sabido, que con unas cuantas
piedras casi tocaba la luna, pero sobre todo que cualquier día, puede ir a ver
su reflejo y recordar lo sucedido mientras baila interminablemente.
Gracias maestría, gracias hermano, gracias
padre y gracias música pero sobre todo gracias a ti en especial…
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